Una de las noticias más sorprendentes que nos dejó el pasado año fue la decisión del pueblo británico de abandonar la Unión Europea.
En la hipótesis de que tal decisión se ejecute finalmente, podemos aventurar consecuencias muy negativas para el deporte profesional británico. Ello a pesar de la opinión contraria al Brexit de los actores de la Premier League: jugadores, clubes y directivos se posicionaron abiertamente a favor del ‘Bremain’. Esto es, de la permanencia en la UE.
La primera consecuencia ya se ha producido y es fácilmente cuantificable: la devaluación de la libra esterlina, en más de un 10% frente al euro en el último año, hace que fichar jugadores en territorio comunitario resulte mucho más caro para los clubes ingleses. Por el contrario, los clubes continentales pueden aprovechar la mayor fortaleza del euro y contratar jugadores británicos a un menor coste en el mercado.
El Brexit haría que dejase de aplicarse la libertad de circulación de trabajadores, basada en el Tratado de la UE, y los jugadores o técnicos procedentes de la UE quedarían equiparados a los ‘extracomunitarios’, de modo que precisarían de un visado de trabajo para jugar allí. De forma recíproca, Gareth Bale y el resto de británicos que juegan o entrenan en la UE ocuparían plaza de extranjero en sus equipos.
Un menor flujo de jugadores a las ligas británicas debería incidir en el coste de los fichajes, que podrían abaratarse para los clubes españoles al haber menos competencia entre clubes.
Igualmente, un inferior número de estrellas en la Premier probablemente abarataría los derechos televisivos en 2019, cuando se negocie allí un nuevo contrato y, directamente, un empobrecimiento de los clubes, al ver reducida esa fuente de ingresos.
Desconocemos si los ‘supporters’ británicos tuvieron o no en cuenta, antes de ir a votar, las consecuencias nefastas que el Brexit tendría para sus competiciones.
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