Dado el poder mediático que tiene todo lo relacionado con el fútbol, a buen seguro muchos de vosotros conoceréis los hechos que acontecieron el pasado domingo (curiosamente, el ‘Día del Padre’) en Mallorca, donde un grupo de padres en un partido de fútbol de la categoría infantil protagonizaron una auténtica batalla campal que concluyó incluso con varios heridos.
Con motivo de este hecho, he considerado necesario exponer una serie de reflexiones. Como punto de partida, recalcar que no deberíamos nunca olvidar que los partidos que juegan los niños deben ser únicamente para su disfrute personal, para que hagan deporte y crezcan con los valores que el mismo tiene. Es cierto que en Derecho hay medios represivos para combatir estas violentas conductas pero, con total seguridad, el mejor medio de lucha contra las mismas es la educación.
En este contexto, más allá de la previsión de ciertas normas sancionadoras para supuestos como el acaecido, resulta necesaria una efectiva promulgación de los valores a los que tantas veces aluden los poderes públicos (superación personal, trabajo en equipo, tolerancia); y ello se consigue mediante el fomento de la actividad deportiva no sólo como fuente de salud y bienestar personal, sino —y lo que es más importante— como auténtica vía educativa para quienes lo practican y lo disfrutan.
En definitiva, tal suceso vuelve a poner de manifiesto un problema de fondo, muchas veces olvidado, como es la violencia en el deporte. Evidenciando la urgente necesidad de una actuación directa y sistemática de las autoridades deportivas en aras de solventarlo.
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